Viaje al olvido

El ser humano y su adicción por controlar todo, cada detalle. Aún sabiendo que la felicidad no se mide, que aparece cuando menos se espera, como aquel beso en primavera perdidos en Madrid por aquella calle.

Llegábamos tarde, como siempre, buscando el Metro entre la gente y todas sus caras. Como explicar que el único transporte que deseo en mi vida es del Centímetro para que conecte nuestras pieles con última estación en tu boca; que podríamos recorrer Europa en interrail, buscar en ferri atardeceres, pero no quiero llegar a mi destino, solo esbozar uno contigo plagado de casualidades.

Entre estación y estación, pasamos de Atocha, del otoño y sus hojas, de Arturo Soria y Sol. Pasaron los días, los meses y sus horas dejándome triste en el último asiento del vagón. Con mirada perdida en el cambio de medida, pues pasó de Metro a Kilométrico el transporte entre nuestras vidas, dejándome sin pronunciar nuestro último adiós.

Malentendí el aviso de megafonía confundido por tu latido. No quería pensar que te perdía y sin saberlo, tú ya te habías ido. Entre aquellas vías, entre nuestras miradas y la de tantos otros, entre el beso de la Luna con el cielo, de la crueldad a tu rostro, de mi sonrisa contra el suelo, de mi esperanza en el foso.

Entre aquellas vías, aún descansa el corazón de un viajero. Roto.