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Subastando el orden

Vivimos en una sociedad en la cual todo tiene una función, o al menos eso nos hacen pensar.


La oligarquía, moviéndose por la ansiosa cadencia de sus fauces adictas al capital, busca de forma constante la funcionalidad ligada a cualquier aspecto, por diminuto que parezca. No obstante, en caso de no encontrar una nueva función de la cual poder sacar beneficio, impondrá unas nuevas que hipócritamente consumiremos, desde nuestra cárcel de clientes, en la típica y mohosa bandeja gris, como si de la ración del día se tratara.


Sin embargo, estas líneas no denunciarán, al menos por el momento, la cara oculta del mercado o la mordaza que las funciones pueden llegar a suponer. Más bien, ensalzaré la importancia que estas funciones pueden llegar a tener en una sociedad tan aparentemente caótica.


Un caos creado para vender el orden al mejor postor.

Dentro de este supuesto caos, los medios de comunicación tienen la función de ser una de las principales fuentes de conocimiento. Los indecisos deberían encontrar las respuestas a sus dudas en las líneas de los periodistas. Su objetivo debería ser garantizar la verdad, debería servir a la sociedad en su conjunto y acusar las injusticias. Debería.


No obstante, la palabra no es más que la flauta que embelesa a la sociedad. Será la culpable de obligar, en muchos de los casos pues generalizar sería un craso error, al público a seguir un camino marcado. Una senda que no es más que un barranco a la ignorancia.


Son muchos los redactores que utilizan sus palabras estratégicamente para embaucarnos, usualmente bajo el monopolio excusado como "línea editorial". Los titulares son las primeras víctimas de esta arma tan poderosa, donde cada letra podrá decantar la balanza de nuestra conciencia.


En la práctica, no será lo mismo "repartirse" un territorio que "trocearlo". Los "daños colaterales" no serán tan criticados como la presencia de "víctimas inocentes". El poder denotara de "avalancha" a cualquier manifestación contraria a sus intereses insinuando su inestabilidad y destrucción dando implícitamente una percepción del mundo. Lo mismo sucede en la actualidad, un gobierno de "cooperación" en lugar de "coalición".


Nosotros como lectores debemos exigir noticias veraces y objetivas. Por lo tanto, todo rasgo de intencionalidad tiene que ser desterrado por el bien de los lectores, por una mejor sociedad.


Toda persona debería ser capaz de formar su propia opinión y la mejor manera es informándose sobre el tema en cuestión. Esta información tiene que llegar al lector sin disfraces subjetivos para que seamos nosotros los que elijamos la perspectiva a tomar. Pero los medios, unos maestros en la confección, tejen las noticias con puntadas valorativas que nos hacen posicionarnos involuntariamente.


En conclusión, los medios suelen esconder su intención tras sus palabras. En muchos casos, la metáfora es la herramienta utilizada para poder construir este puente de finalidad. Pero puede venirse abajo si un lector sabe interpretar que el periodista busca influir en su decisión. Con objeto de que la sociedad pueda formar su propia opinión se tiene que dejar de utilizar los términos subjetivos en las noticias.


Los medios de comunicación, como todo en esta vida, tienen una función, pero en este caso, una posible disfunción de los mismos puede hacernos desembocar en un olvidado acantilado donde acabe la agonía de nuestros lamentos, posiblemente ni conocidos.


La prensa no es sino la brújula dorada de esta nuestra sociedad, mas no debemos dejarnos llevar, por tentador que parezca.


Tenemos que desfamiliarizarnos y cuestionarlo todo, esquivar las minas enterradas en este suelo de conocimiento para llegar a una cima desde la cual la utopía deje de ser un simple reflejo.

Una utopía en la que se dejen de subastar nuestras mentalidades entre los medios. La solución es más práctica de lo que parece. Tan solo no consumir aquello que no es fidedigno, perfilando así contenidos de calidad. Hay que saber diferenciar entre gustos y realidades. Si clamamos terminar con la concienciación, no la manipulemos.


Tiene que parar la manipulación de prensa, y tú eres la solución. Tal vez ahora solo seas una gota que descubra la verdad. Una simple gota que pronto formará un río. Un río del que nacerá la esperanza. En no mucho tiempo seremos un mar, una oleada de cambio. Y entonces nada nos parará.


Por eso, queridos lectores tan solo os ruego: despertad, no todo es como parece.




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