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Los leones rugen de nuevo

Actualizado: 21 mar 2023

La historia es aquello anhelado por quién extraña su pasado, incluso cuando este no es idílico. Y es que el tiempo puede que no cure, pero hace de los recuerdos unos más dulces. Aún más si fueron Beckham o Shearer los que pudieron hacer degustar la gloria, si la generación de Sturridge o Milner hizo del polvo un sabor habitual para unas famélicas bocas que no muerden oro desde el 66.


Inglaterra, la cuna del fútbol, no hacía sino destrozarlo cuando pisaba el césped.

Una selección que dependía del juego aéreo, de los córners y la fortuna. Aquella diosa enamorada de un Southgate ensimismado en cerrar sus filas, en no mirar más allá de sus vendas e incluso enamorarse de ellas. Por ello, llegaba al Mundial siendo la favorita menos favorita, como ya sucedió en Rusia o en la última Eurocopa. Sin embargo, un cuarto y segundo puesto respectivamente avalaban al seleccionador. A él y su pragmatismo.


Southgate confió en su vieja guardia, como siempre: en la seda con la que Trippier centra, en la contundencia con la que Maguire remata. Sin embargo, esta tarde algo cambió. La muralla indestructible que el técnico erguía inexorable entre sus pivotes ya no estaba.


El banquillo fue el nuevo hogar de un limitado Phillips para dar paso a la explosividad de Bellingham. Y es que aquellos que cantan a la reina ya tienen un nuevo niño mimado. Otro más. Se suma a la lista de los Foden, Mount y Saka. Más polvos para un mago que esta vez sí que parece querer fascinar.


Los interiores tomaron el control, los extremos se apropiaron de la chispa, Rice del resto, Kane de todo. Si a las combinaciones vertiginosas entre líneas y a la salida aseada del balón se le suma que por arriba son capaces de rematar un camión cisterna y por físico podrían intimidar a un elefante, se antoja una favorita, pero esta vez de las favoritas.


Esta selección puede mirar a los ojos a cualquiera. Y eso, da miedo.

Veremos si en las grandes citas son capaces de mantener el nivel, pero la sensación es otra. La sensación es la de que Inglaterra puede destrozarte en un spa, también de reventarte si el partido acaba en el barro.


En este Mundial, Inglaterra puede llegar a ser aquello que esperábamos, pero nunca llegamos a ver. Es aún más potencial que realidad, pero a la hora del té los británicos no añorarán el pasado ni soñarán con el futuro, pensarán en quienes son. Los three lions vuelven a rugir. Y eso, da miedo. Mucho miedo.



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