top of page
Captura de Pantalla 2022-10-13 a las 22.20.46.png

La mente, nuestra primera enemiga

Me encuentro sentado en un banco, pero una parte de mi no está aquí. A veces sitúo a mi mente fuera de mi persona, me visualizo a mi mismo desde una diferente posición, desde una perspectiva que pueda evadir a nuestro egocentrismo.


Mi cuerpo, lo popularmente conocido como persona está sentado sobre aquella ciudad de astillas, sobre aquel país de tablones, inmóvil, siendo percibido por una externalidad superficial. Dicha visión es captada por lo que considero como mi verdadera persona, mi ser. Diferentes términos pueden ser atribuidos subjetivamente: alma, mente, verdadero yo...


Tengo esa extraña sensación de estar en dos sitios al mismo tiempo. Es un deja vu en bucle que no parece terminar. Aún asi, mientras las manillas del reloj siguen volviendo a caminar monótonamente sobre sus propios pasos, una parte de mi se siente amenazada por mi mismo.


Mi cuerpo se siente amedrentado por mi mente. Y es que en estos momentos, me siento como si estuviera inmerso en una cacería en la que mi ser es tanto víctima como cazador.

En primer lugar, tedioso e inactivo se encuentra mi cuerpo, inerte y rígido en aquel banco. Estoy pensativo, pero tan solo externamente. Mi mente ya no se encontraba conmigo. Ella estaba escudriañandome desde la distancia, mirándome con ansias burlescas sobre mi propio ser. ¿Cómo podría una parte tan mía, ser tan tenaz como para buscar peros y contras sobre mis propios actos?


¿Cómo sería capaz la parte asentada como intelectual dentro de toda esa masa de carne y sangre de buscar apropósito cualquier mínimo aspecto, por muy pormenorizado que este fuera, para hacer satira de él, satira de mi?

En este momento comprendo que mi mente no es otra que mi propia enemiga. Mi cuerpo es la gacela, congelada en aquel banco y mi mente, con ojos de traición, es la leona dispuesta a arrancarse contra mi cuello.


Su mirada acusaba cada uno mis aspectos morales, buscando pegas a mis conductas, a la ropa que llevaba, a las ideas que tenía. Trataba de hacerme débil cuestionando cada uno de mis comportamientos. Me hacía sentir inseguro. La tensión con la que fijaba sus ojos incorpóreos en mi cuerpo, provocaba que me replantease cada una de las decisiones que había tomada hasta llegar a ese banco.


Los ojos de la leona no eran mios, no podría verme escribiendo desde tal angulo, pero aún así, me veía, yo lo veía. Algo dentro de mi, me estaba mirando, estaba buscando una anécdota de la que reirse, cualquier mínimo aspecto que me ridiculizara.


Somos nosotros los primeros que nos juzgamos, los primeros en atacarnos.

No obstante, es una virtud. Una vez aguantado el primer envite, seremos capaces de planificar la defensa del próximo. Por eso mismo, pese a caer como victimas en el primer ataque podremos defendernos en uno inminente que seguramente no sea nuestro, si no de la sociedad y aún así, por muy malignas intenciones que este tenga, liadiaremos con la situación y la sabremos tornar a nuestro favor.


Todos y cada uno de nosotros, en una medida u otra, nos sentimos acomplejados ante la poderosa silueta de la sociedad. Cambiamos nuestra actitud y conducta a su merced sin apenas saberlo. Es algo automático que no reconocemos.


La felicidad se ha visto trastocada por unos cánones impuestos por la mayoría, la cual no siempre acierta.

Estos, nos obligan indirectamente a seguir sus modas, sus tendencias tanto físicas como psicológicas. Nuestra mente es la primera en presionarnos para seguirlos debido a nuestro pensamiento colectivista, que nos hacen tan humanos, tan simples, tan complejos. Y en caso de no imitarlos, nuestra propia mente se encargará de denunciarnos ante el tribunal de la hipocresía.


Ejemplificando todo lo anterior dicho, recurriré a un hecho que seguro que ha sucedido durante este verano. Fotos. Vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, nos sentimos ligados a la necesidad de fotografiar lo que vemos, y lo que es más triste, fotografiarnos con lo que vemos. Nuestros ojos no vislumbran la verdadera magnitud ante la que nos encontramos sino que nos obcecamos en tratar de vivirlo a través de una diminuta pantalla.


La felicidad es tan solo un instante, momentos efímeros que la hacen tan preciada. Por ello, vivan. No se limiten a hacer ver al resto lo feliz que son ustedes visitando esos sitios, disfrútenlos. Yo me pregunto, ¿qué seríamos sin fotos, sin avales que demostrasen que hemos estado allí o hemos hecho eso? La sociedad nos ha hecho dependientes de este soporte, así como de muchas otras cosas, y nuestra mente, la leona, no nos dejaría descansar si tras abandonar un lugar inolvidable no hacemos antes veinte tipos distintos de posados hasta encontrar la foto perfecta, que no es sino aquella en la que mejor salimos.


Nuestra mente es nuestro primer enemigo y de nosotros depende si el último.

Cuanto más poderosa sea esta, más preparados estaremos para que sea la unica capaz de hacernos daño, un daño que será nuestra mejor arma, que podremos usar para defendernos e incluso utilizado para atacar. Ella, nuestra mente, nuestro punto angular, nos ayuda a experimentar el primer rechazo para que luego nuestro propio ser sea capaz de escabullirse del ajeno, pero de nosotros depende si en todas esas situaciones saldremos victoriosos.


Nuestra mente, nuestra propia enemiga que nos enseña a no ser.



Comments


bottom of page