La efímera sensación del placer
- Fernando Fraile
- 16 jul 2022
- 1 Min. de lectura
Estaba agitado como la marea que sucumbe a la tentación de besar la aspereza de las rocas, cómo la mía por destrozarme contra sus labios sabiendo que no me desean, que hace tiempo vivo ahogado.
La destrucción siempre fue caprichosa, como aquella vez que me ofreció un trago vestida con su falda rosa y su dichosa sonrisa de carmín. Estaba cegado por la belleza del acantilado, agarrando su mano por el Alcázar, saboreando sus mentiras desde su ático en La Vid.
Ella era de Jerez cómo el brandy, con sus aromas delicados e intensidad a raudales. Me prometió la vida y juro haberla vivido, bebido como aquella copa, pero fue demasiado corta y no encontraré consuelo en otra botella.
Despierto sin sus caricias y mi paladar ya no se sacia, pues al final todo se acaba sin valorar cuánto tuvimos, sin saborear la última gota.

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