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Follower, una verdad vestida de fracaso

Actualizado: 29 sept 2022

La realidad se ha distinguido históricamente de la mentira por su carácter sensorial. Consideramos como existente solo aquello que se puede ver o sentir, al menos desde la perspectiva racional. Sin embargo, el umbral se ha desvanecido ante la tendencia incorpórea digital. Un boquete sediento de luz, pero también de sombras. Con la obsesiva necesidad por estar interconectados, muchos aspectos de nuestras vidas han mejorado. No obstante, también estamos expuestos a ese mundo de siluetas ilusorias en el que bailamos. Ese mundo digital que creemos lejano.


Dos mundos unidos en los que un celebrado seguidor en redes puede acabar siéndolo también en la calle. Y eso da miedo.

Ficha técnica


Nombre. Follower

Dirección: James Rich

Año: 2022

Género: Terror, thriller

País: Estados Unidos

Duración: 62 minutos

Reparto: Revell Carpenter, Jonathan Jennings, Molly Leach, Serena Kamlani


El film de James Rich es una alegoría en la que un seguidor aparentemente irrelevante desde la dimensión digital puede acabar siendo un acosador en la vida real. Uno obsesionado por la sonrisa de la influencer de turno, por su cuerpo, pero también por su sangre. Y es que la trama encierra una cacería por las montañas de Nevada. Una persecución macabra a tres adolescentes que pierde su sentido metafórico cuando descubrimos que la historia está basada en hechos reales.


La verdad que esconde Follower impacta, estremece, pero, en el plano material, da pena.

La idea para construir la trama es brillante. El hecho de apoyarse en el relato de la superviviente de una matanza da consistencia e incluso despierta el interés de aquellos espectadores reacios al género de terror.


Sin embargo, el único miedo que siente el público es el de mirar el reloj observando cómo las manillas hastiadas no avanzan después de haberlo comprobado por décima vez en los últimos cinco segundos.

Toda la irritabilidad adolescente se expone entre gritos e insultos desproporcionados en unas conversaciones forzadas que parecen improvisadas. Historias de borracheras pasadas, desamores y chismes universitarios sin contexto se suceden en unas escenas interminables unidas por transiciones difuminadas. De todos los efectos de Movie Maker, los técnicos llegaron a escoger aquel que incluso un niño de primaria descartaría en primer lugar ante su aberrante efecto en la gran pantalla.


El malo de la película era eso, malo. Incluso patético.

La típica camioneta con su típico cromado negro que típicamente sigue a las típicas adolescentes sin que -quién podría haberlo deducido- no se dieran cuenta en ningún momento. Solo le faltaba una máscara y guantes de cuero para acabar de reencarnar al tradicional asesino de película denostada al horario de siesta. Sorpresa. El Jason de hacendado la llevaba, aunque más que terror enterneciese su lastimosa actitud huidiza.


Todo ello decorado con un pulso tétrico que incluso llega a marear. Las tranquilas caminatas por senderos planos se convierten en el naufragio agitado de un velero de madera entre la fulgurante tempestad del mar, en una montaña rusa en bucle. Quizá serían los nervios del cámara ante su primer rodaje, porque la tensión es imposible que fuera la culpable. Básicamente, porque la intriga hace tiempo que rechazó unirse a este proyecto de James Rich.


Si la fotografía es deplorable y la actuación principal se basa en una influencer haciéndose fotos, la música es aún peor. Se buscaba impactar e impacta, pero solo a nuestros tímpanos.


Hasta dicha película, desconocía qué tener una licuadora escacharrada era sinónimo de poder protagonizar una banda sonora.

Además, las escenas de luchas se deben intuir, ya que no aparecen representadas. No son demasiadas, afortunadamente, y todas ellas están regidas por el mismo principio: la salsa de tomate suple cualquier mala acción o, al menos, lo intenta.


Follower demuestra que las cosas no siempre salen como se espera.

Su forma podría envidiar a cualquier video grabado por un niño en una sola tarde. Sin embargo, la idea está ahí. La idea de que no deberíamos exponernos tanto en redes pues todo tipo de persona puede acceder a nuestro contenido, saber dónde estamos, seguirnos e incluso llegar a hacernos algo malo. Y eso, sí que da miedo.







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