De ritual hipócrita a sátira de la muerte
- Fernando Fraile
- 1 nov 2018
- 4 Min. de lectura
Nuestra cultura ha intentado siempre guardar un vínculo con el mundo de los muertos. La historia ha sido el principal espectador de los ritos mediante los cuales las diferentes sociedades han mostrado su respeto y culto a los fallecidos. Puede que piense que son tan solo costumbres arcaicas de tribus supersticiosas pero, actualmente, incluso reservamos un día de nuestro calendario a este hecho. 1 de noviembre, el día de todos los santos. La historia se repite
Durante este ensayo, trataré de hacerle ver desde una nueva perspectiva la presencia de los muertos en nuestra vida, especialmente durante el transcurso de este fecha tachada involuntariamente en el calendario de toda persona. Utilizaremos una posición neutral y comprometida para descubrir las transformaciones culturales que se han producido alrededor de esta temática, a la cual nos vemos sometidos sin presentar resistencia. Acompáñeme a una travesía en la que puede que nada vuelva a ser como antes. Cómo dirían los ilustrados, "atrévase a pensar".
Podríamos revocarnos al origen, a una época convulsa en la que los celtas celebraban un festival pagano denominado Samhain. Se trataba de un ritual para despedir los últimos atisbos del verano. No obstante, las creencias bárbaras dibujaban en el fino lienzo de la realidad una brecha que permitía a los espíritus de los muertos volver a deambular por el mundo carnal. Consecuentemente, los mortales creían tener la posibilidad de poder despedirse definitivamente de aquellos fallecidos más queridos. Por ello, les realizaban ofrendas que les permitiese descansar en paz, tanto al ser inerte como a la mentalidad de la persona devota. Aún así, incluso ahora, tantos siglo después, la historia se repite.
Sin embargo, nos remitiremos a hechos mucho más próximos a nuestra realidad para poder ser críticos ante aspectos que suceden en nuestra vida cotidiana pero que al tenerlos interiorizados no somos capaces de descifrar. Como mencionó E.Cassirer “somos animales simbólicos encerrados en una jaula de cultura”. De ahí, que no seamos capaces de reaccionar a unos actos preestablecidos por nuestra cultura, que nos domina y nos hacen ser, pero también a la que hacemos evolucionar con la progresiva adquisición de nuevas ideas y valores. Prueba de ello es la diferencia entre el día de los difuntos desde la perspectiva de hace una década y el denominado Halloween actual.
Hace no mucho, el día de todos los santos era un hecho determinado por los solemnes valores de pulcritud de la Iglesia.
El principal fin era la adoración de los muertos y había ciertas normas sociales implícitas que prohibían la alegría durante esta fecha. El silencio, los llantos, y la consternación visitaban todas las casas de las familias, y en caso de que estas no fuesen abiertas la puerta, la sociedad marginaría del grupo a los hostiles huéspedes.
En cierto modo, había una cierta competitividad por ver quién sufría más, quién quería más a sus difuntos más cercanos.
Los cementerios eran el simple y desolador campo de batalla donde los luchadores, vestidos de un negro impoluto, competían por poner las flores más espectaculares del lugar. Los valores de la época te obligaban a seguir con la tradición en la que estabas integrado, aceptando sus normas y siguiendo sus creencias.
Actualmente, la cultural inmaterial respecto a este tema ha cambiado, pero en todas aquellas personas criadas durante la época en cuestión, aún perdura en su mentalidad esta conciencia arraigada. Su personalidad, formada desde la base de sus padres, sigue manteniendo esta construcción tan frágil que se esta viendo bombardeada por el progresivo cambio cultural.
Las sociedades más aisladas, como podrían ser los pueblos, actúan como cúpula protectora de una cultura emanada de los comportamientos de sus propios habitantes, de un ritual hipócrita. En estas, cada 1 de noviembre, la historia se repite.
Por otra parte, encontramos las valorativamente tachadas de “modernidades”. La cultura es dinámica y se reinventa continuamente. Prueba de ello es Halloween, un producto de la globalización con significantes contrastes frente a la perspectiva del mundo de los muertos anteriormente tratada. En este caso, los valores culturales son ciertamente chocantes respeto al cambio sucedido. Se trata de un ritual social en el que el principal fin es el entretenimiento.
En contraposición con las generaciones pasadas, las nuevas, encuentran en este día una excusa para disfrazarse y divertirse.
Se sigue una cierta base, el mundo de los muertos, pero desde una nueva perspectiva que nos hace tratar de recrearnos en cada momento. Hemos evolucionado despojándonos del respeto que la teníamos. No es más que una sátira de la muerte.
Pese al cambio cultural, seguimos siendo esclavos de las cadenas invisibles que nosotros mismos nos ponemos al formar parte de la sociedad. La cadena podrá cambiar, pero aún así, mientras estemos integrados seremos presos de la voluntad social.
Por ello, nos disfrazaremos únicamente durante esta noche de personajes terroríficos. Y es que de hacerlo cualquier otro día, romperemos con la norma social y nosotros mismos nos aislaremos.
Nos vemos obligados a entrar en contacto ese día con algún aspecto tenebroso sin importar el ámbito. Puede ser disfrazarnos o ver una película de miedo. La sociedad se paraliza para contemplar a una bandada de humanos cuyo comportamiento no se aleja de las tribus celtas. Sentimos la necesidad de continuar con el flujo de costumbres, las cuales ocurren tan solo ese día y no otro. La historia se repite.
En algún momento, alguien, alguna gota aislada, decidió parodiar estos disfraces de miedo. Esa gota pronto se convirtió en corriente. Actualmente, es un mar en el que encauza la moda de este tipo de disfraces. En algún momento, Halloween no será más que otra mera transformación humana. Tal vez el tema siga siendo el miedo, pero no volverán a venir payasos a nuestras casas sino personas vestidas de cosas absurdas y ridículas como un paquete de pañuelos. Y usted querido lector, será la presa de esta moda a la que se unirá sin pensarlo demasiado. Será otro pañuelo más para que el mundo se seque las lágrimas en una noche que pone en evidencia la verdadera naturaleza humana. No obstante, habrá alguien que sin ser pañuelo, será el verdadero consuelo de este mundo desatendido. Hasta entonces, la historia se repite.
Poniendo todas las ideas común, todo lo que hacemos tiene un significado social, basado en unas normas y valores culturales. Aunque nos desfamiliaricemos con estas y mantengamos una postura crítica, no podremos cambiar nuestros actos.
Pues nadie es capaz de remar contracorriente y de hacerlo, traicionaremos a la sociedad, nos traicionaremos a nosotros mismos.
La historia se repite.

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