Capítulo 9: La consumación de una leyenda
- Fernando Fraile
- 3 sept 2017
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 sept 2022
Ante tal superioridad, las inofensivas potencias europeas se rindieron ante la España de Carlos II. Los habitantes de Francia y del Imperio se temieron lo peor ya que podrían ser castigados ante el todopoderoso imperio español que mantendría su hegemonía y poder. En el tratado de Madrid en 1701, se firmaron las condiciones que cambiarían Europa.
España pasaría a tener ventajas comerciales y por ello también económicas respecto al resto de los países que se anexionarían al imperio hispano. Sin embargo, tendrían derecho de autodeterminación y no tendrían que responder ante el nombre de España, si no ante el del máximo representante, Carlos II. Por lo tanto en el continente habría tan solo un país, España, pero distintas naciones como: Francia, Inglaterra, Italia, Holanda… que serían gobernadas por el monarca español.
Así, se mantendría el control de las potencias pero tomando mediadas ante la posible desfragmentación de su imperio ya que el rey consideraría tolerar su cultura, tradición y política. El concepto nación no sería alterado por Carlos II, de hecho incluso incentivó a los demás territorios a crecer y expandirse bajo su mandato. Su tolerancia hizo de Europa un lugar libre, un utopía hecha realidad.
Ante la efectividad del sistema y la lealtad de sus súbditos, debido en cierta parte a la atención y respeto entregado por Carlos II a las distintas sociedades, el monarca tomó una decisión que no volvería a ser tomada a lo largo de la historia. Suprimió el cargo de rey con el fin de que todos los ciudadanos tuviesen los mismos derechos y autoridades. No habría más privilegiados ni abusos de poder ya que se suprimió toda forma de potestad. Sin embargo, su capacidad ejemplar de mandato le determinaría como líder. Carlos sería así el faro que iluminaba el camino en su fábula hecha realidad, con los mismos poderes y derechos que el resto de las personas. Su sabiduría hizo de la ficción una realidad idealizada.
Finalmente, quiero plantearle un pequeño dilema que usted mismo debe responder. A nuestro audaz protagonista se le conocía como Carlos II “el Hechizado”. Se dice que su sobrenombre puede venir debido a las tardes durante las cuales los privilegiados trataban de encantarle con una taza de chocolate; otra hipótesis determinan que su apodo proviene de sus métodos de batalla repletos de brujería; por último, su cambio entre locura y sabiduría presenciado por la corte despertaba la sospecha de que este fue hechizado. Pero, ¿sabemos realmente que sucedió de verdad?, ¿cuál será la verdadera historia?
Le invito a reflexionar, pues ¿a caso la historia no se basa en especulaciones relativamente confirmadas?
Querido lector puede que no confíe en la veracidad de esta historia o que dude mis palabras . Sin embargo, debo decirle que desconocemos lo que verdaderamente pasó, es nuestra sociedad la que determina a los vencedores. El tiempo puede llegar a esconder verdades entre la historia. La verdad puede ser manipulada.
No le pido que crea, solo que dude pues cuando la duda exista, creerá.
De usted depende si este es el Fin.

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