Barcelona, volar sin despegarse del suelo

Volar. A todos nos gustaría volar, pero ninguno es capaz de hacerlo. No podemos. Va en contra de nuestra naturaleza humana. Una naturaleza que, a veces, en algunas situaciones, se empeña más en arrastrarse por el suelo que en rozar las nubes.

Pero ese es otro tema. Aunque bueno, no tan lejano del que vamos a tratar. Porque el Barcelona, esta vez, en el Clásico, sí que ha hecho algo contranatura. Algo que parece imposible en un club con filosofía. Una filosofía sadomasoquista. Y es que incluso en las victorias, como en Copa, también se mide su juego.

En Can Barça importa ganar sí, pero también cómo se gana. Como si no fuera suficiente con lo primero. Qué necesidad de complicarse la vida. Son unos kamizakes. Como si a un atleta se le cuestionase que, aunque haya acabado la carrera, no llevara piedras en sus bolsillos o se midiera a un nadador, no por sus tiempos sino por cuantas veces sale a coger aire.

Jugar bien es importante, pero, a veces, no se puede. En pleno debate sobre el Barcelona y su naturaleza, los de Xavi dejaron de volar, para arrastrarse.

Pero ese no es el problema. El problema no es que un Barcelona, mermado por las bajas, decidiera ser defensivo. Que, por cierto, lo logró y con mucho éxito. El problema, es la crítica humana, la falsa sensación de grandeza, con la que habla el humano.

Y es que a veces, hay que dejar de mirar a las nubes. A veces, es mejor centrarse en avanzar, bien pegados al suelos, esquivando las piedras. Porque a todos nos gustaría volar, pero, aún así, al final, todos nos seguimos arrastrando. Todo por sobrevivir.